Misael Sánchez
Oaxaca no es solo un estado. Es un símbolo. Un territorio donde la tierra habla, la gente resiste y los partidos se prueban. Allí, entre montañas y asambleas, Luisa María Alcalde, dirigente nacional de Morena, ha trazado el mapa de una estrategia que busca reconfigurar el poder desde sus raíces. Lo dijo sin aspavientos, con la cadencia de quien sabe que el verdadero músculo político no se exhibe en los medios, sino se cultiva en silencio, domingo tras domingo.
Desde hace dos meses, Morena se ha lanzado a una empresa titánica: organizar comités en cada una de las 71,500 secciones electorales del país. No es una ocurrencia. Es la ejecución de una idea que López Obrador sembró en 2011, cuando aún no era presidente, pero ya era líder. Hoy, esa semilla germina en plazas, patios, salones comunales. En Oaxaca, donde hay 2,547 secciones, el reto se ha convertido en hazaña: comités en cada rincón, con votaciones secretas, presidentes y secretarios elegidos por la gente, no por la cúpula.
Alcalde no vino a Oaxaca a improvisar. Vino a rendir cuentas. A decir que el movimiento no se limita a afiliar, sino a integrar. Que no basta con sumar nombres: hay que sumar voluntades. Y que la credencial de Morena no es un plástico más, sino una insignia de pertenencia, una memoria de lucha que se remonta al “gobierno legítimo” tras el fraude de 2006. Hoy, más de 400,000 oaxaqueños ya la tienen. Y los que faltan, la tendrán.
Pero lo disruptivo no está solo en los números. Está en el método. Morena no se organiza desde arriba, sino desde abajo. No impone, convoca. No promete, construye. Y en ese proceso, los comités no son decorativos: son trincheras. Defienden la transformación, informan, se informan, y sobre todo, recogen el pulso del pueblo. Porque como dijo Alcalde, “solo el pueblo organizado puede seguir salvando a la nación”.
La estrategia no se detiene en la afiliación. El Consejo Nacional de Morena ha lanzado un plan municipalista que busca fortalecer los gobiernos locales en tres frentes: formación, compromiso y territorio. Se creará una escuela para capacitar a presidentes municipales, regidores y regidoras. Se exigirá que al menos un día a la semana se atienda directamente al pueblo, sin intermediarios. Y se priorizarán cinco temas: agua, drenaje, alumbrado, basura y seguridad. No es poca cosa. Es el intento de convertir cada municipio en una célula eficiente, republicana, morenista.
En tiempos donde la política se juega en redes, Morena apuesta por el territorio. Mientras otros partidos se atrincheran en escándalos y campañas negras, Alcalde y su equipo caminan, organizan, credencializan. No buscan likes, buscan lealtades. No temen al barro, lo pisan. Porque saben que el poder verdadero no está en los reflectores, sino en los comités que se forman en silencio, en los pueblos que no salen en los noticieros, en las manos que levantan credenciales como quien levanta una bandera.
Y así, mientras algunos se preguntan si Morena podrá sostener su hegemonía, Luisa María Alcalde responde sin decirlo: no se trata de sostener el poder, sino de redistribuirlo. De sembrarlo en cada sección, en cada municipio, en cada credencial entregada. Porque si algo ha entendido este movimiento, es que la transformación no se decreta: se organiza.