El Camino de la Vida y el Culto a la Fertilidad en la Gran Calzada de Teotihuacán
A propósito del Día de Muertos, en una época en que la conexión con el ciclo natural de la vida y la muerte cobra especial significado, el próximo 6 de noviembre el Auditorio A9 de la FES Aragón de la UNAM acogerá un evento singular: la presentación del libro Contribución para la Interpretación del Concepto de Diseño Arquitectónico de la Gran Calzada de Teotihuacán, del Dr. Enrique Flores Niño de Rivera.
La obra aporta una nueva interpretación de este majestuoso sitio arqueológico, rompiendo con la narrativa tradicional de la «Calzada de los Muertos» y revelando su verdadero propósito como un camino de vida, concebido para rendir culto a la fertilidad y el ciclo de la naturaleza.
En un mundo donde las connotaciones de la muerte, en muchos contextos, han dominado la lectura de los antiguos vestigios mesoamericanos, Flores Niño de Rivera propone una lectura diametralmente opuesta: una calzada que, lejos de venerar la muerte, glorifica la vida.
Desde la concepción y diseño de su eje norte-sur hasta la disposición de plazas y pirámides, cada elemento en la Gran Calzada de Teotihuacán responde a un diseño cuidadosamente organizado para simbolizar el ciclo perpetuo de fertilidad.
Así, la deidad central, la Serpiente Emplumada, se convierte en una figura axial, plasmando la dualidad del día y la noche, el nacimiento y la renovación, en un recorrido que lleva a las personas desde el principio hasta el fin, y de vuelta al inicio.
Arquitectura y Cosmología: Un Diseño para la Vida
La visión de Flores Niño de Rivera se distancia de los cronistas del siglo XVI, como fray Bernardino de Sahagún y fray Juan de Torquemada, quienes describieron la Gran Calzada como un pasaje mortuorio al servicio de los señores de Teotihuacán. Sin embargo, esta investigación redefine el eje compositivo de la calzada como un espacio simbólicamente vivo. El diseño estructural de esta avenida se fundamenta en el culto a la fertilidad, planteado no solo como un concepto biológico, sino como un principio cosmogónico, en el que la naturaleza misma del universo queda representada en el movimiento de la Serpiente Emplumada a lo largo de la calzada.
Teotihuacán, como Centro Urbano Cívico-Ceremonial-Religioso, fue una urbe estructurada sobre la base de una lógica arquitectónica que buscaba ordenar el espacio y el tiempo de acuerdo con los ritmos de la naturaleza. El eje norte-sur, con una desviación precisa de 15° 30’, señala una intención geométrica para alinear las edificaciones al ciclo solar y agrícola, situando así el rol del sol en la vida cotidiana y la cosecha. Cada solsticio y equinoccio quedaba registrado en las sombras y luces que caían sobre las pirámides y plataformas, haciendo de la calzada un reloj cósmico en el cual la vida se marcaba con precisión matemática.
La Serpiente Emplumada: Símbolo de Fecundidad
Este camino, lejos de ser un mero paseo mortuorio, fue concebido como un corredor de vida, simbolizado por la Serpiente Emplumada, que representa el ciclo de la naturaleza. La serpiente que «repta» sobre las plataformas es una metáfora visual para el curso de la vida misma. Este reptar es capturado en los murales de animales mitológicos, donde jaguares, coyotes y aves vierten agua desde sus fauces, en un acto simbólico de abundancia. La Serpiente Emplumada inicia su viaje en el sur, donde el ciclo de vida se representa como el inicio del movimiento hacia la creación, terminando en el norte, en la Pirámide de la Luna. A través de este trayecto, Teotihuacán une el ciclo de la fertilidad con el ciclo cósmico en una representación tridimensional de la perpetuidad.
La Calzada de la Vida: Más Allá de una Perspectiva Mortuoria
La arquitectura de Teotihuacán revela el papel de la conceptualización como motor del diseño y generador de formas. Para Flores Niño de Rivera, la calzada no es un simple espacio urbano, sino un espacio ritual en el que cada paso, cada plaza y cada edificio están interrelacionados en un diálogo cósmico. Los conocimientos astronómicos, arquitectónicos y religiosos de los teotihuacanos influyeron en civilizaciones mesoamericanas posteriores, convirtiendo a la Gran Calzada en un código cultural compartido.
Este concepto de una calzada de vida, con sus plataformas ascendentes y descendentes, representa el juego de la luz y la sombra, la presencia y la ausencia, el día y la noche, mostrando el culto a los ciclos solares y lunares. En este sentido, Teotihuacán sintetiza su visión de la vida en su arquitectura, donde el término «calzada» se entiende mejor como una vía de conexión espiritual con el cosmos.
Teotihuacán y la Huella en el Diseño Contemporáneo
La investigación del Dr. Flores Niño de Rivera también destaca cómo los esquemas y códigos arquitectónicos teotihuacanos han perdurado a lo largo del tiempo. Ejemplos como la Ciudad Universitaria en la Ciudad de México, diseñada con un eje compositivo similar, y el Museo Nacional de Antropología, son testamentos del legado de diseño de Teotihuacán. El Zócalo de la Ciudad de México, por su parte, refleja la disposición centrífuga de la «flor teotihuacana», o quincunce, mostrando cómo los principios de diseño cosmogónicos de Teotihuacán siguen siendo relevantes en la arquitectura mexicana actual.
La trascendencia de estos conceptos, que continúan guiando la arquitectura mexicana, marca un puente entre el pasado prehispánico y la identidad moderna. En la Ciudad Universitaria, el eje este-oeste organiza los espacios académicos y deportivos en torno a una gran plaza, representando la conexión entre el conocimiento humano y el cosmos. Esta estructura se inspira directamente en el diseño de Teotihuacán, donde la armonía entre los espacios abiertos y los edificios funcionales se convierte en una constante que trasciende los siglos.
La Gran Calzada: Eje de Vida, No de Muerte
El estudio profundo de la Gran Calzada revela cómo, lejos de la noción tradicional de ser una «Calzada de los Muertos,» Teotihuacán se diseñó para celebrar la vida y la fertilidad. La idea de que el diseño arquitectónico puede influir en la vida espiritual de una civilización encuentra su mejor ejemplo en esta ciudad, donde cada rincón parece comunicar el mensaje de perpetuidad y regeneración. La obra del Dr. Flores Niño de Rivera nos invita a repensar nuestro entendimiento de Teotihuacán, no como un sitio de muerte, sino como un espacio donde la arquitectura se transforma en un medio de diálogo con el universo, en un acto de celebración de la vida misma.