
Historias rotas por el divorcio en tiempos de estadísticas
En 2024, 161,932 matrimonios se disolvieron legalmente en México. No es una cifra. Es un país que se separa. Es un mapa de rupturas, de silencios acumulados, de camas vacías y de hijos que preguntan por qué. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía lo registró con precisión quirúrgica: 67.2 % de los casos fueron divorcios incausados, sin necesidad de explicar razones. El resto, 31.3 %, por mutuo consentimiento. Apenas un 0.8 % alegó separación del hogar conyugal por más de un año.
Pero detrás de cada número hay nombres. Historias. Como la de María y Ernesto, que se casaron en 2003 en San Luis Potosí. Veintiún años juntos. Tres hijos. Ella con estudios de preparatoria, él con carrera técnica. Se separaron sin escándalo, por la vía judicial. El motivo: incausado. María se quedó con la custodia. Ernesto paga pensión. No hubo violencia. Solo desgaste.
O la de Lucía y Fernanda, pareja de mujeres que contrajeron matrimonio en 2018 en la Ciudad de México. Duraron seis años. No tuvieron hijos. Ambas con estudios profesionales. El divorcio fue administrativo, por mutuo acuerdo. “Nos queremos, pero ya no como antes”, dijo Lucía en el acta. En 2024, hubo 439 divorcios entre mujeres y 244 entre hombres.
En Nuevo León, donde la tasa de divorcios por cada mil habitantes fue de 3.52 —una de las más altas del país—, Carlos y Patricia se separaron tras quince años. Él, obrero; ella, empleada de comercio. Dos hijos. La custodia quedó para Patricia. Carlos pidió patria potestad compartida. El juez la concedió. El divorcio fue judicial, por mutuo consentimiento.
En Campeche, donde por cada 100 matrimonios hubo 69.7 divorcios, Jorge y Alma se casaron en 2020. Duraron cuatro años. No tuvieron hijos. Ambos con secundaria. El divorcio fue incausado. Ella lo solicitó. Él no se opuso. “No hay nada que pelear”, dijo Jorge al salir del juzgado.
La edad promedio al momento del divorcio fue de 41.1 años para las mujeres y 43.6 para los hombres. La mayoría tenía estudios de preparatoria o secundaria. El 51.8 % de las mujeres trabajaba; en los hombres, el porcentaje ascendía a 67.9. La mayoría eran empleados. Un 10.9 % trabajaba por cuenta propia. Apenas un 0.6 % eran patrones o empresarios.
Más de la mitad de los matrimonios disueltos no tenía hijos menores. Pero en el 22.5 % de los casos había al menos uno. En el 16.2 %, dos. En el 5.5 %, más de dos. La custodia se asignó a uno de los padres en el 38.2 % de los casos. En el 55.1 %, a ninguno. La patria potestad siguió el mismo patrón. La pensión alimenticia se otorgó a los hijos en el 38.6 % de los casos. En el 52 %, a nadie.
Rosa y Martín, de Oaxaca, se casaron en 1990. Treinta y cuatro años juntos. Tres hijos ya adultos. Ella con primaria completa. Él con secundaria. Se divorciaron por la vía judicial. Incausado. “Ya no hay nada que decir”, escribió Rosa en su declaración. No hubo custodia. No hubo pensión. Solo un acta y dos firmas.
En Veracruz, donde la tasa de divorcios es la más baja del país (0.91 por cada mil habitantes), Ana y Felipe se separaron tras siete años. Ella con estudios universitarios. Él sin escolaridad. Dos hijos. El divorcio fue judicial. Mutuo consentimiento. La custodia quedó para Ana. Felipe pidió verla los fines de semana. El juez lo autorizó.
El país se divorcia. Se separa. Se reconfigura. Por cada 100 matrimonios, hubo 33.3 divorcios en 2024. En 2015, eran 22.2. La pandemia no frenó la tendencia. La aceleró. Las cifras no mienten. Pero tampoco consuelan.
Porque detrás de cada número hay un nombre. Y detrás de cada nombre, una historia que ya no se cuenta en plural.