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Sequías por cambio climático, causa de muerte de árboles: científicos de la UNAM

En bosques de todo el mundo los árboles más grandes están muriendo, y hasta ahora la causa de este fenómeno había sido un misterio.

 

Una investigación liderada por académicos de la UNAM, y publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Science of the United States of America (PNAS), logró encontrar la clave de este misterio: las sequías provocadas por el cambio climático están acarreando la muerte de los árboles.

 

La situación es preocupante porque, en muchos casos, los árboles dañados son los más grandes, altos y viejos, y los que producen más hojas, frutos y semillas en los ecosistemas. Su pérdida afecta de manera desproporcionada el funcionamiento de los bosques.

 

El estudio, liderado por Mark E. Olson y Diana Soriano, del Instituto de Biología, y Julieta A. Rosell, del Instituto de Ecología, ambas entidades de la Universidad Nacional, identifica que son los conductos que transportan agua desde las raíces hasta las hojas la clave para la respuesta de la mortalidad.

 

El trabajo muestra que las plantas más grandes requieren conductos más anchos: las distancias de transporte de agua son más largas, y los conductos más anchos permiten que ese recorrido sea más eficiente.

 

Sin embargo, los conductos más anchos son más vulnerables a la formación de embolias de gas, lo que puede ocurrir cuando hay sequía. Las embolias bloquean el flujo de agua, matando a las hojas, las ramas y a menudo a todo el árbol; este mecanismo finalmente explica el misterio de por qué los más altos son más sensibles.

 

La vida en la Tierra depende en gran medida de los árboles por los servicios ambientales que proveen: limpian el aire, detienen los deslaves, almacenan carbono y captan agua. Su importancia global es tal, que científicos de Australia, Brasil, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Italia y Nueva Caledonia, coordinados por la UNAM, colaboraron en este estudio de relevancia mundial.

 

Estos hallazgos ofrecen la base necesaria para predecir y prevenir daños a los bosques ante los climas cada vez más severos que retan la estabilidad de las forestas.

 

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